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Junto a
la pedida de matrimonio, se la entregué -como regalo- para que alegrara sus
amaneceres.
Sin
embargo, apenas firmada la libreta de la carne, el
carácter de la desposada cambió bruscamente, pasando a expresarse sólo con
gruñidos o murmuraciones, que representaban su enfado crónico.
A duras
penas podía soportarla.
Lo que
más me entristecía, era el sufrimiento de la pobre avecilla.
Sentía cuando
golpeaba su cabeza -rudamente- en los barrotes de la jaula.
El
miedo que la mujer le infundía, la inhibía de soltar el más mínimo trino
matinal, permaneciendo mustia por semanas.
Haberla
entregado como regalo, le había dado a esa hembra un derecho de propiedad o,
peor, la había privado de su libertad para expresarse naturalmente. Su dueña
era su enemigo.
Al
anochecer de un día cualquiera me rebelé, y tomé la decisión que marcó mi vida
hasta hoy.
Rompí
el sello de la jaula, devolviendo su antigua y preciada libertad… a mi diuca.
Y si por ahí le pegan un piedrazo ¡cagó
nomás!
La
libertad tiene sus riesgos p’oh.
Un agrado retomar los comentarios de obras literarias. Comienzo este Octubre de 2023 con Jorge Retamal Villegas, escritor de Chile.
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